La fuerza del brazo negro los jalaba hacia el fondo del hoyo en la arena. Un remolino de pequeños granitos tragaba todo lo que estaba cerca, su balde, su pala, y su mascarilla para bucear en la pequeña piscina que habían construido en la orilla, entraron por esa boca extraña, aterradora. Ni siquiera los diques de contención que edificaron para evitar el desmoronamiento de la pileta sobrevivirían a la debacle. Sólo quedaba una cosa por hacer…
Camina con una mascarilla de buceo, un balde y una pala vieja, la gente no le importa. Sólo de vez en cuando se acerca a la orilla y se sienta de espalda al mar, mirando hacia la arena, como esperando que esta le devuelva algo
Pablo Otaíza Pérez
viernes, abril 14, 2006
Ni los Diques nos Salvarán
Levado a usted por microcuentos a la/s 9:19 a. m.
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